El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

4.1.2 El mal como persona

El mal no se manifiesta solamente como un poder, sino también como persona. La Sagrada Escritura llama al mal personificado “diablo" (Mt. 4:1), “Satanás" o “espíritu inmundo", también “demonio" (Job 1:6 ss.; Mr. 1:13 y 23).

2 Pedro 2:4 y Judas 6 hablan de ángeles que pecaron. Estos seres espirituales quedaron a merced del mal y, como tales, ellos mismos se volvieron malos. El “diablo peca desde el principio" (1 Jn. 3:8), es “homicida desde el principio", “mentiroso, y padre de mentira" (Jn. 8:44). La pregunta que la serpiente dirigió a Adán y Eva hizo levantar dudas respecto de Dios y rebelarse contra Él: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (Gn. 3:4-5).

Una forma del mal es el anticristo. Jesús hace referencia a él cuando habla de “falsos Cristos y falsos profetas" (Mr. 13:22). También las denominaciones “hombre de pecado" o “hijo de perdición" se refieren al anticristo (2 Ts. 2:3-4).

Satanás no está en condiciones de hacer fracasar el plan de salvación de Dios, por el contrario: el Hijo de Dios apareció “para deshacer las obras del diablo" (1 Jn. 3:8). El poder del diablo y de sus partidarios es limitado y ya ha sido destruido por la muerte de Jesucristo en sacrificio. A Jesucristo le fue dada “toda potestad en el cielo y en la tierra" (Mt. 28:18); por lo tanto, también tiene potestad sobre los espíritus malignos.

Según Apocalipsis 12, el mal, personificado como Satanás, el diablo, el dragón o la serpiente, será arrojado fuera del cielo. Después del reino de paz le será dada a Satanás una última posibilidad para realizar lo antidivino (Ap. 20:7-8). La expulsión definitiva del maligno al “lago de fuego y azufre" está descripta, finalmente, en Apocalipsis 20:10. En la nueva creación, donde Dios será “todo en todos" (1 Co. 15:28), ya no habrá lugar para el mal.

EXTRACTO

El origen del mal no puede ser concebido ni explicado racionalmente. Solamente por la fe en el Evangelio se hace comprensible qué es en definitiva el mal. (4.1)

La creación invisible y visible es, en principio, buena en gran manera; Dios no creó el mal como tal, sino que lo permitió. La posibilidad de decidir si obedecer o desobedecer a Dios, implica la posibilidad de hacer el mal. (4.1)

El mal comienza a desarrollarse cuando lo creado se pone en contra del Creador. Esto lleva a distanciarse de Dios, a volvérsele extraño y, finalmente, a apartarse por completo de Él. (4.1)

El mal es un poder destructor originado en la intención de ser independiente de Dios. Este poder cambia al que cae en él. El hombre se convierte en pecador. (4.1.1)

Debido a la concupiscencia ya no es posible a ningún hombre, con excepción del Hijo de Dios hecho carne, vivir una vida sin pecado. No obstante, nadie está expuesto al pecado involuntariamente. Por eso, ningún individuo puede sustraerse a la responsabilidad personal por sus pecados. (4.1.1)

El mal no se manifiesta solamente como un poder, sino también como persona. Es llamado “diablo", “Satanás" o “espíritu inmundo" (demonio). (4.1.2)