El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

13.2.3 Disposición a la ofrenda basada en la fe, el agradecimiento y el amor

En el sentido cristiano, la ofrenda no puede ser una obligación impuesta; tampoco se puede hacer esperando una retribución, sino que acontece voluntariamente y con fe, por agradecimiento y amor. Si uno ofrenda con esta actitud, la ofrenda, aunque requiera mucho esfuerzo, frecuentemente ya no es pecibida como un sacrificio. Así, muchas veces los creyentes no consideran una carga, sino un privilegio, el poder participar con sus dones y fuerzas en bien de la comunidad y del prójimo.

La disposición a la ofrenda nace del amor.

Si la disposición a la ofrenda es sustentada por el amor, se cumple la voluntad de Dios y se obra en el sentir de Jesús.

Quien da de lo que ha recibido, sea en bienes materiales o inmateriales, coloca señales de agradecimiento y amor. En Hebreos 13:16 está la exhortación: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios".

La disposición a la ofrenda se exterioriza de muchas maneras. Una gran parte de la vida en la comunidad sólo es posible por el sentir de la ofrenda de los miembros de la comunidad, proveniente de una profunda convicción y amor a Dios y su Obra. Muchos hermanos y hermanas en la fe ponen una buena parte de su tiempo libre, de sus fuerzas y capacidades, al servicio de la comunidad sin recibir retribución alguna por ello. Muchos colaboran en la parte musical y en la enseñanza que se brinda en la Iglesia, otros prestan servicios para mantener los terrenos y los edificios de las iglesias, para adornar el altar y otras tareas. Los portadores de ministerio trabajan sin percibir honorarios, a excepción de muy pocos; los Servicios Divinos, la dispensación de los Sacramentos, los actos de bendición, así como las honras fúnebres, se efectúan gratuitamente. Son atendidas regularmente las familias y los enfermos; a los ancianos, discapacitados y a los que no tienen familia se les presta una atención particular. Se cumple así el doble mandamiento del amor.

Por lo demás, vale la exhortación de hacer el bien a los hermanos en la fe necesitados (Gá. 6:10). El amor al prójimo también impulsa a colaborar con personas que pasan por situaciones de emergencia (Mt. 25:34-46) y catástrofes; esto puede efectuarse mediante donaciones de dinero y de bienes. Asimismo, las obras caritativas sostenidas por la Iglesia en el marco de su responsabilidad social y con las cuales presta ayuda en emergencias en todo el mundo, se financian básicamente por aportes voluntarios.

La disposición a la ofrenda es para los cristianos nuevoapostólicos una cuestión de corazón. Es deseo de los creyentes expresar su agradecimiento y amor a Dios mediante dádivas concretas (ofrendas), sea con dinero o productos de la naturaleza. Se pueden orientar a tal efecto en el “diezmo" de Malaquías 3:10. Las ofrendas son colocadas habitualmente en las cajas de ofrendas dispuestas durante los Servicios Divinos u otros eventos religiosos o son transferidas a cuentas bancarias de la Iglesia. En ocasión del agradecimiento por la cosecha, en muchas regiones se ofrece una ofrenda de agradecimiento adicional.

Todos los recursos financieros se entregan voluntariamente y por lo general, en forma anónima. De esa manera es posible solventar todos los gastos sin percibir impuestos religiosos ni aportes de los miembros. Con la ofrenda se agradece a Dios y se realiza un aporte para la edificación y la consumación de su Obra.

En todas las ofrendas, lo decisivo es la actitud. Jesús en su tiempo “vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía" (Lc. 21:1-4).

En un sentido amplio, una ofrenda que pueden traer los creyentes, es la entrega del propio corazón, por lo cual se entiende brindar todos los dones y fuerzas, como asimismo la plena confianza en Dios. Así también en determinadas situaciones se puede constituir en ofrenda el poner la propia voluntad bajo la voluntad de Dios. Estas son ofrendas espirituales, como exigía el Apóstol Pedro (1 P. 2:5). Además, se ofrenda mucho tiempo y fuerzas al Señor colocándolos al servicio de Dios y su Obra y renunciando de alguna manera a ciertas cosas. Finalmente, constituye una ofrenda todo lo que el creyente hace o deja de hacer por amor a Dios.