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- 23 de Septiembre de 2020: Pensamientos sobre el texto bíblico
“ … Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Números 6:26). Nuestro texto bíblico proviene de la llamada bendición aarónica. Los sacerdotes del antiguo pacto debían bendecir a los israelitas con las siguientes palabras: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Nm. 6:24-26).
La bendición aarónica comprende la promesa de la protección de Dios, su misericordia y su paz.
El rostro de Dios
En esta bendición se hace referencia dos veces al rostro de Dios. El deseo “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti” remite a la dedicación de Dios al hombre. El rostro resplandeciente, a diferencia de un rostro sombrío, hace referencia a un carácter positivo y amable. Dios es dedicado al hombre. Le da la vida, la protégé y la fomenta.
Cuando Dios dirige su rostro al hombre, este puede estar seguro de que Dios no se comporta con indiferencia, sino que está presente en todas las situaciones y el hombre puede dirigirse a Él.
La paz
La paz, como indica la cita bíblica, proviene de Dios. Si bien los hombres son capaces de conservar y celebrar la paz, la paz que proviene de Dios es de naturaleza amplia porque consiste en la armonía entre Dios y el hombre y entre los hombres entre sí. Esta paz sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4:7). Prácticamente es inimaginable en un mundo que no está dominado por la paz, sino por las guerras y las crisis.
La paz, tal como se explica en el Nuevo Testamento, está directamente relacionada con la aparición de Cristo. Los ángeles no solo les anuncian a los pastores en el campo el nacimiento del Salvador, sino también la paz: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:14).
Esta “paz en la tierra” no pueden generarla los hombres o las instituciones del estado. Jesucristo dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (en Jn. 14:27). La “paz” acerca de la cual hablaba Jesús era, en primer término, la que garantizaba el estado romano. Una paz como esta siempre corre riesgo. Jesús trae una paz que es definitiva. Existe entre Dios y el hombre, y también se irradia sobre la relación entre los hombres. La comunidad cristiana debe mostrar cómo se ha hecho realidad en ella esta paz. Los cristianos deben ser mensajeros de paz y pacificadores.
La paz perfecta que esperamos en la nueva creación ya se podrá experimentar inicialmente en el milenario reino de paz. Se manifestará en que ya nadie podrá impedir la prédica del Evangelio y en que el mal será ineficaz (Ap. 20:2; Catecismo INA 10.6 / Catecismo INA PyR 575-577).
La paz hallará su consumación en la nueva creación, en la cual Dios vivirá entre su pueblo y Jesucristo, el Príncipe de paz, será quien gobierne. El profeta Isaías muestra una imagen de la paz que imperará entonces entre las criaturas: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará” (Is. 11:6).
23 de septiembre de 2020