El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

6.2.1 Indicaciones del Antiguo Testamento sobre la Iglesia de Jesucristo

Después de la caída en el pecado, el hombre no puede quedar en comunión directa con Dios. Tiene que abandonar el espacio vital donde Dios le había ofrecido encontrarse con Él. Por el pecado, el hombre queda a merced de la muerte. Dios lo quiere redimir de ese estado, concederle salvación y prepararle comunión eterna con Él mismo.

Desde el comienzo, Dios se preocupa por el hombre. Al expulsarlo del huerto de Edén, el Creador viste al hombre y le promete que un descendiente de la mujer vencería al tentador (Gn. 3:15).

En el Antiguo Testamento se menciona muchas veces el reconocimiento de que el hombre depende básicamente de Dios. Esto halla su expresión directa en los altares que se erigen y en los sacrificios que se ofrendan en ellos.

En el curso del tiempo, el pecado va adquiriendo cada vez más poder; los hombres se van distanciando más y más de Dios. Esa es la razón por la que Dios deja morir a los hombres en el diluvio, un juicio divino. A Noé y su familia Dios les brinda gracia. Ellos se salvan en el arca. Él concierta un pacto con ellos, prometiendo protección y dedicación a todos los descendientes del género humano. Como señal del pacto, da el arco iris.

Estos hechos ya son señales de los actos de salvación de Dios que más adelante se llevarán a cabo en la Iglesia de Cristo: Dios se dirige al hombre, se ocupa de él y lo protege, lo incluye en su pacto. 1 Pedro 3:20-21 interpreta expresamente la salvación en el arca como ejemplo del Bautismo, a través del cual tendrá lugar la salvación en el nuevo pacto. Consecuentemente, en la tradición cristiana muchas veces se entiende el arca como el símbolo de la Iglesia de Cristo.

En el pacto con Noé son incluidos todos los hombres. Con la elección de Abraham se da inicio a otro pacto, que convoca a Abraham y sus descendientes a mantener una relación particular con Dios: se convierten en el pueblo elegido de Dios. La señal externa de este pacto es la circuncisión. Este pacto es confirmado ante Isaac y Jacob.

Cuando más tarde en el monte de Sinaí Moisés recibió de Dios los Diez Mandamientos y los llevó por encargo de Dios al pueblo de Israel, aconteció por primera vez que Dios reveló su voluntad en forma de una ley. Esto se lo hizo saber a una reunión, una comunidad.

En la ley se establece cómo debe ser la relación de los hombres con Dios y entre ellos. Se disponen reglas para el Servicio Divino apropiado. El mismo consistía en el rito del sacrificio realizado por el sacerdote en el tabernáculo, y en la glorificación y dedicación del pueblo a Dios mediante oraciones, confesión y obediencia. Como el pueblo escogido por Dios, Israel fue convocado a ese Servicio Divino.

Estos elementos básicos del antiguo pacto también hacen referencia a Jesucristo y a la institución de la Iglesia: el antiguo pacto hace referencia al nuevo pacto; la señal del pacto que era la circuncisión, al Bautismo; el anuncio de la voluntad divina, a la prédica de la palabra de Dios; el servicio sacerdotal del sacrificio, a la Santa Cena y su administración por el ministerio autorizado para hacerlo; la oración y la confesión hacen referencia a la veneración del trino Dios en el Servicio Divino.

En el Antiguo Testamento, el Servicio Divino ocupaba un lugar central en el templo de Jerusalén, donde se efectuaba con toda solemnidad. Allí estaba la casa del Señor, donde se reunían para alabar a Dios (Sal. 122) y ofrecerle sacrificios. Esto cambió con la destrucción del templo y el cautiverio babilónico del pueblo judío. En ese tiempo se reunían para los Servicios Divinos en las sinagogas, donde se leía e interpretaba la palabra de Dios, la ley. Ya no se podía realizar el servicio de los sacrificios, por lo cual esos Servicios Divinos eran deficitarios. Cuando después del cautiverio babilónico el templo de Jerusalén fue reconstruido y en él se pudo volver a efectuar el servicio de los sacrificios, los creyentes igualmente se siguieron encontrando también en las sinagogas para el Servicio Divino donde la palabra era el punto central.

Aquí hay una referencia a la comunidad del Nuevo Testamento, en cuyo centro está presente Jesucristo como el Verbo hecho carne (Jn. 1:1). La epístola a los Hebreos hace alusión al antiguo pacto con la ley, el servicio de los sacrificios, la circuncisión y el sacerdocio como “sombra", es decir, como antelación del nuevo pacto (He. 8:5; 10:1). La sombra no es lo verdadero, sólo remite a lo verdadero. No es el antiguo pacto la instancia perfecta de la salvación de Dios, sino que recién lo es el nuevo pacto, instituido por Jesucristo.

Así, en el pueblo elegido del antiguo pacto se insinúa lo que se hace realidad en el pueblo de Dios del nuevo pacto, en la Iglesia de Jesucristo.