Yo adoro el poder del amor

Adoramos a Dios porque es el Todopoderoso. Nada es imposible para Él, todo lo puede.

Su omnipotencia no tiene límites. Pero su omnipotencia obra en el amor, no en la fuerza. Es tan bueno saber que el Dios todopoderoso obra siempre con amor. Solo usa su omnipotencia para redimir a las personas del mal. Esa es su intención, su voluntad, su obrar.

El Todopoderoso trabaja para redimir a la humanidad. Y cuando acudimos a Él con nuestras peticiones e intercesiones, lo hacemos con la convicción de que le estamos hablando al Todopoderoso, al Dios de amor. La redención que Él crea es la mejor solución para mí y para mi prójimo, por quien oro ahora. El retorno de Jesucristo, la nueva creación, es la mejor solución, es más, la única solución para mí y para todos los seres humanos. Esta es la confianza con la que acudimos a Dios.

Por eso podemos decir con serenidad en el corazón, incluso con alegría: “¡Dios, hágase tu voluntad!”, porque conocemos esta voluntad. Él me quiere librar a mí, quiere librar a mis semejantes del mal. Muchos dicen: “Hágase tu voluntad” por resignación, porque piensan: ¡Sí, Dios siempre hace aquello que quiere! Pero nosotros lo decimos con alegría y convicción: “¡Hágase tu voluntad!” porque conocemos la voluntad de Dios y porque estamos de acuerdo con esta voluntad: la redención de la humanidad del mal.

De un Servicio Divino del Apóstol Mayor