El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

5.2.1 El amor a Dios

El amor del hombre a Dios y a su prójimo se fundamenta en Dios. El amor es la esencia del Creador y por eso es eterno: el amor divino existe desde antes de todo lo creado y no acabará jamás. De Dios, por Dios y para Dios son todas las cosas (Ro. 11:36).

Por el amor que Dios le prodiga al hombre, se desarrolla en el creyente el deseo de retribuir ese amor (1 Jn. 4:19). Así como la fe es la respuesta del hombre a la revelación divina, así su amor a Dios es la respuesta al amor divino recibido.

Sirach 1:14 dice: “Amar a Dios es la más hermosa de las sabidurías". Quien ama a Dios, ansía lograr la comunión con Él, para lo cual contribuye particularmente que el amor de Dios haya sido derramado en los corazones de los renacidos por el Espíritu Santo (Ro. 5:5). Gustando dignamente la Santa Cena, el amor a Dios se fortalece, crece en el renacido y trasciende en él cada vez más.

Quien ama a Dios, sigue el amor (1 Co. 14:1). Amar a Dios es un mandamiento que comprende al hombre íntegramente y exige su total disposición: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Mr. 12:30). Cumplirlo da contenido y sentido a la vida.

El amor a Dios debe caracterizar la naturaleza del hombre y determinar su conducta.

EXTRACTO

Los mandamientos de Dios son expresión de su amor. Su objetivo es ayudar al hombre a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y en una armoniosa relación con los demás. (5.2)

El reconocimiento del amor de Dios en sus mandamientos lleva a cumplirlos no por temor al castigo, sino por amor a Él. (5.2)