El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

9.6.2 Colaboración de los muertos en Cristo

2 Macabeos 15:11-14 explica que también los difuntos pueden interceder: “[Judas Macabeo] les refirió además una visión digna de crédito, que él había visto; esto dio valor a todos. Su visión fue tal como sigue: Onías, el sumo sacerdote, [...] suplicaba con las manos tendidas por todo el pueblo de los judíos. Luego se apareció también otro magnífico hombre anciano en preciosos vestidos, de muy distinguida figura. Onías había dicho a Judas: Éste es Jeremías, el Profeta de Dios, quien ama mucho a tus hermanos y ora siempre por el pueblo y por la ciudad santa". La Escritura también informa que los espíritus y almas de los justos pueden glorificar y ensalzar al Señor: “Espíritus y almas de los justos: ¡Alabad al Señor, glorificadle y ensalzadle eternamente!" (El canto de los tres varones en el horno 62).

Los muertos y los vivos en Cristo conforman una comunidad, juntos pertenecen a la Obra Redentora del Señor. En este mundo como en el de allende obran en su sentir, intercediendo ante Dios por los no redimidos.

Lo acontecido en el Monte de la Transfiguración confirma la convicción sobre el obrar de las almas redimidas en el más allá (Lc. 9:30-31).