El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

4.1.1 El mal como poder antidivino

El mal es un poder originado en la intención de ser independiente de Dios y en “querer ser como Dios". Este poder cambia totalmente al que cae en él: el ángel se convierte en demonio, el hombre en pecador.

En el curso de la historia de la humanidad, el poder del mal se ha manifestado una y otra vez. Tras la caída en el pecado de Adán y Eva, lo vemos, por ejemplo, en el Antiguo Testamento, cuando Caín asesinó a su hermano, en la impiedad que reinaba en el tiempo de Noé, en el sometimiento del pueblo de Israel por los egipcios.

El mal es un poder destructor que se opone a la creación de Dios. Se presenta en múltiples formas; es ofuscamiento y corrupción, es mentira, envidia y codicia, procura destruir y lleva a la muerte.

Desde la caída en el pecado, y debido a la inclinación al pecado (concupiscencia) ya no es posible a ningún hombre, con excepción del Hijo de Dios hecho carne, vivir una vida sin pecado. No obstante, nadie está expuesto al pecado involuntariamente. Por eso, ningún individuo puede sustraerse a la responsabilidad personal por sus pecados.