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- 16 de Septiembre de 2020: Pensamientos sobre el texto bíblico
“Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer” (Hechos 27:34-35). Hch. 27 narra un peligroso viaje en barco que realizó el Apóstol Pablo.
Pablo es un prisionero de las autoridades romanas y será llevado de Cesarea a Roma. La travesía estuvo acosada por violentas fuerzas de la naturaleza y durante extensos tramos del viaje perdieron la orientación, por lo que todos los que estaban en el barco temieron por sus vidas (versículo 20).
En medio de esa situación desesperada, el Apóstol recibió una revelación divina. Como era voluntad de Dios que Pablo compareciera ante el emperador en Roma, todos los tripulantes junto con Pablo fueron salvados en consideración a él (versículos 21-26). Pablo alentó a todos sus compañeros de viaje a confiar en la palabra de Dios.
Pero a pesar de la promesa de Dios, los marineros intentaron huir en un bote salvavidas y su intento de fuga fracasó (versículos 30-32). Después de la experiencia desmoralizadora en el mar (versículos 27 y 33), el Apóstol exhortó a todos a comer con él y afirmó que nadie perecería (versículos 34-35). Los soldados luego acordaron matar a Pablo y a los otros presos. Sin embargo, esto fue impedido por la intervención del centurión (versículos 42-43). Al final, los 276 pasajeros de la nave se salvaron milagrosamente y experimentaron el cumplimiento de la promesa de Dios (versículo 44).
Ser cristiano en las pruebas de la vida
Los sucesos de la travesía marítima pueden ser interpretados como una metáfora que representa a los cristianos en su camino hacia Dios: A veces, nosotros también nos sentimos “presos” y expuestos al arbitrio de otros o a los poderes del maligno. Muchos esfuerzos parecen infructuosos y en ocasiones los planes que teníamos para la vida se salen de control. Perdemos el coraje y por efecto de las fuerzas que inciden en nosotros, de pronto también comienzan a flaquear las certezas de la fe.
La vida como cristianos no es garantía de que todo funcione sin problemas. Al igual que Pablo, que no había sido relevado de adversidades y persecuciones, también nosotros a veces nos encontramos en medio de dificultades. Pero, ¿abandonamos por eso la “nave” (el Evangelio, la Iglesia) como hicieron los marineros y huimos en el bote salvavidas?
Especialmente en los Servicios Divinos experimentamos la manifestación y la dedicación de Dios. Entonces Jesús quiere estar en medio de nosotros (Mt. 18:20). Él nos conoce mejor que nosotros mismos y se ocupa de nosotros (Mt. 10:30).
El acto de comer en la nave al que exhortó Pablo no fue un festejo de la Santa Cena, pero sus palabras recuerdan los informes de la Santa Cena del Nuevo Testamento (Mr. 14:22-25). Los cristianos no pueden vivir sin Cristo. Su humildad y su fe les revelan que Jesús está realmente presente en la Santa Cena y que en las pruebas Él vuelve a fortalecer su certeza de la fe.
Nuestra redención y nuestra salvación eterna están garantizadas cuando pese a todas las tribulaciones de la vida confiamos en la ayuda de Dios y en la promesa del retorno de Jesús.
16 de septiembre de 2020