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- 8 de julio de 2020: Pensamientos sobre el texto bíblico
“Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas” (Éxodo 15:20). En esta hora de recogimiento nos centraremos en una persona que seguramente es poco conocida. Hablamos de María, la hermana de Aarón y, por lo tanto, también hermana de Moisés. Moisés había conducido al pueblo fuera del cautiverio de Egipto. La salida de Egipto fue una enorme victoria. El pueblo no solo había sido liberado de la servidumbre, sino que el ejército egipcio tuvo que sufrir una importante derrota. Mientras el pueblo de Israel pudo atravesar el Mar Rojo sin siquiera mojarse los pies, el ejército egipcio murió ahogado. Muchas personas que tuvieron que morir, incluso pueden haber sido forzadas a prestar el servicio militar, no siendo personalmente culpables. En este sentido, no es la muerte de los enemigos la razón para agradecer, sino el hecho de que el Faraón y su poderoso ejército no pudieron contrariar la voluntad de Dios.
En Ex. 15:1-19 se recuerda la salida de Egipto en forma de un salmo que cantan Moisés y el pueblo. Al término de este himno de alabanza conjunta, María toma la iniciativa e invita a las mujeres a danzar para expresar el agradecimiento y la alegría sobre la maravillosa liberación. Alabar a Dios por medio de danzas quizás pueda parecernos extraño, pero era bastante común en tiempos del Antiguo Testamento. Solo pensar en David danzando alrededor del arca de la alianza (2 S. 6:14).
Agradecimiento y alegría
Podemos tomar el comportamiento de María como ejemplo. Cuando Dios nos saca de una situación que no tiene salida, deberíamos mostrar agradecimiento y alegría. Si bien no todos nosotros tenemos por costumbre danzar delante de Dios, hay muchas formas de expresar agradecimiento que usamos habitualmente:
Aquí debemos mencionar primero la oración, en la que hablamos con Dios, le expresamos nuestros buenos sentimientos y lo honramos. También mostramos agradecimiento cuando somos obedientes a la voluntad de Dios y, por ejemplo, hacemos de los Diez Mandamientos el parámetro de nuestro obrar. Asistir al prójimo en una situación difícil seguramente también es una buena reacción de que estamos agradecidos por la ayuda que Dios nos dispensó.
Ideas humanas y voluntad divina
A pesar de que María, y también Aarón, habían experimentado que Dios obraba grandes cosas a través de Moisés y que lo había llamado a guiar al pueblo, comenzaron a sentir descontento (Nm. 12:1-2). Moisés se había casado con una no israelita, una extranjera, y por eso fue criticado por Aarón y María. Ambos justificaron su crítica afirmando que también ellos podían anunciar la voluntad de Dios. Pero Dios no había hablado a través de ellos, sino que habían expresado sus propias ideas y prejuicios como si fueran la voluntad de Dios.
Tampoco nosotros debemos juzgar livianamente a los demás y remitirnos a la voluntad de Dios solamente porque no nos gusta determinada forma de actuar del otro o porque tenemos prejuicios contra alguien que no se ajusta a nuestras propias ideas.
María se arrepintió de sus palabras y reconoció que no provenían de Dios. Al término de un período de arrepentimiento volvió a la comunidad de los israelitas. También nosotros tomemos conciencia de lo que Dios ha hecho en nosotros, pecadores. Seamos autocríticos y preguntémonos si adoptamos –como María– una actitud engreída y prejuiciosa hacia Dios y el prójimo, pero también en la contemplación y evaluación de algunas cuestiones y asuntos de la vida. Al igual que María, arrepintámonos, hagamos penitencia y volvamos a la comunidad de la que quizás nos habíamos distanciado interiormente. Entonces la alabanza y el agradecimiento que damos a Dios también serán creíbles.
8 de julio de 2020