El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

11.2.5 Catolicismo y protestantismo en transformación

La Reforma condujo a un movimiento contrario (la Contrarreforma); en Europa el catolicismo luchó por una renovación espiritual, lo cual produjo un nuevo afianzamiento del papado. Los papas se esforzaron por recuperar las áreas protestantes para el catolicismo.

En el curso de estos conflictos, se desató en Europa la Guerra de los Treinta Años (1618 hasta 1648), que sirvió, entre otras cosas, para fortalecer a las Iglesias estatales. El soberano determinaba la pertenencia a la Iglesia de sus súbditos.

En el siglo XVIII, el cristianismo cada vez más racionalizado – un cristianismo que adoptaba los conocimientos científicos de ese entonces – comenzó a adoptar conceptos filosóficos de la Ilustración. Conflictos confesionales y temas filosófico-teológicos llevaron al protestantismo a una crisis. Como reacción a la misma, ganó mayor influencia el pietismo.

Las características del pietismo son el interés por estudiar con intensidad la Biblia, el compromiso social y misionero, y un fuerte acento en la actividad de Jesucristo como el Redentor.

El énfasis colocado en la importancia que tienen las emociones para la vida y la fe cristiana, encontró una cierta continuidad en los movimientos de revivalismo. Estos movimientos evangélicos originados en el siglo XVIII en especial en Inglaterra y los Estados Unidos, procuran distanciarse del “cristianismo cultural" y retornar a la fe viviente.

En el siglo XIX se desarrollaron también en Alemania Iglesias libres, o bien Iglesias Evangélicas libres, que eran independientes del Estado, y también la Misión Interna tuvo sus inicios a partir de ese momento. Se trataba de un movimiento que no quería ganar para el cristianismo solamente a los paganos de países extranjeros, sino también a individuos en el propio país, distanciados del cristianismo por la pobreza y la ignorancia. La posterior propagación del cristianismo en países no europeos, ante todo en África, recibió impulsos decisivos a través de sociedades misioneras.

En el catolicismo de los siglos XVIII y XIX también puede observarse una forma de devoción orientada a las experiencias espirituales.

En este contexto deben ser entendidos los conflictos ideológicos de la Revolución Francesa, las circunstancias que rodearon a los comienzos de la era industrial, así como la forma de pensar científica y racional que buscaba explicar al mundo sin hacer referencia a la tradición de la fe.