El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

13.2.2 Jesucristo, ejemplo de disposición a la ofrenda

El pensamiento sobre la ofrenda presentado en Romanos 12:1 debe verse tomando como base el antecedente de que Jesucristo dio su cuerpo, es decir, se entregó a sí mismo como ofrenda y sacrificio por amor al hombre (Ef. 5:2; He. 10:10). El creyente tiene presente el sacrificio de Jesús como un hecho santo e incomparable. Sabe que sólo el sacrificio de Cristo tiene efectos de redención.

A pesar de que ningún otro sacrificio puede ser comparado con el del Señor, su disposición a la ofrenda es un ejemplo que invita al seguimiento.

Ya antes de su padecimiento y su muerte quedó demostrada su disposición a la ofrenda en su humillación (Fil. 2:6-8). Su amor con entrega total ya se hizo evidente en el hecho de dejar la gloria junto al Padre, despojarse de su figura divina y venir a la bajeza de la naturaleza humana. El Apóstol Pablo convierte esta intención en un lineamiento para la conducta de todo cristiano: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Fil. 2:3-4). Esto requiere una disposición a la ofrenda que también debe hacerse ostensible en la vida dentro de la comunidad.