El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

6.4.2.2 La Iglesia de Jesucristo después de la muerte de los primeros Apóstoles

Con la muerte de los primeros Apóstoles, la situación cambió. El ministerio al que Jesús le había transmitido la administración de los Sacramentos, el perdón de los pecados y el anuncio del Evangelio, ya no estaba ocupado. De esa manera, ya no era posible dispensar Espíritu Santo. La Santa Cena se mantuvo como cena de conmemoración, confesión, comunión y agradecimiento (ver 8.2.8 ss.). Aunque ya no fuese posible expresar el perdón de los pecados con poder pleno, es imaginable que también en ese tiempo Dios aceptara a los creyentes con la gracia del perdón.

Las personas creyentes que se profesaban a Cristo seguían recibiendo el Sacramento del Santo Bautismo con Agua, siendo integrados en el cuerpo de Cristo.

En el anuncio de la palabra, la espera del pronto retorno de Cristo fue pasando poco a poco a segundo plano. De todos modos, la fe en la vida y el obrar del Hijo de Dios, en su muerte y su resurrección se mantuvo viva. Personas creyentes siguieron difundiendo el Evangelio y el orden de los valores cristianos. Con la inspiración del Espíritu Santo, se formularon en las confesiones de la Iglesia antigua los enunciados básicos de la doctrina cristiana. Por siglos los misioneros llevaron al mundo el testimonio de Jesucristo. Finalmente, en el siglo XIX volvió a encenderse el don profético en algunas personas, designando a los varones que conforme a la voluntad de Dios habían sido elegidos como Apóstoles.

De manera tal que el Espíritu Santo también estuvo activo en el tiempo posterior a la muerte de los primeros Apóstoles, aunque no en su plenitud original.