El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

1.1.2 Dios se revela en la historia de Israel

El hecho de que Dios se revela en la historia queda en claro primeramente en el desarrollo del pueblo de Israel, según testifica el Antiguo Testamento.

En su automanifestación en la zarza ardiendo, Dios realizó una referencia histórica al señalar que Él ya se había revelado ante los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (Ex. 3:6).

La liberación de la esclavitud egipcia ha sido el evento central de salvación para el pueblo de Israel. Dios guió a su pueblo en una columna de nube y una columna de fuego (Ex. 13:21-22). Esta liberación se menciona una y otra vez en el Antiguo Testamento: los profetas se refieren a este favor de Dios y los Salmos cantan sobre él.

Además del éxodo de Egipto, la promesa de que al pueblo de Dios le sería otorgada su propia tierra en Canaán y el pacto hecho en el monte de Sinaí son revelaciones divinas de importancia decisiva: Dios mismo determinó el lugar donde su pueblo moraría y en el Sinaí, a través de los mandamientos, dio leyes y normas para la vida de Israel.

La fe de Israel está basada en las revelaciones divinas en la historia de este pueblo, las cuales son experimentadas como expresión de ayuda que proviene de Dios, como así también de castigo.

Los Salmos 105 y 106 proclaman en forma asombrosa cómo Dios se manifiesta en la historia y cómo le da forma. Además, los hechos acontecidos durante la época de los jueces y reyes de Israel y Judá, el cautiverio babilónico y el regreso del exilio proveen ejemplos del hecho de que, una y otra vez, Dios interviene en la historia.

Por otra parte, Dios se reveló a través de sus profetas: “Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas" (Os. 12:10). Es el mismo Dios el que guía y da las indicaciones a su pueblo: “Mas yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto; no conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí" (Os. 13:4). De la misma manera, Dios prometió por boca de los profetas la llegada del Mesías (Is. 9:6; Mi. 5:2).