El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

12.1.5.2 Partimiento del pan

Con el festejo de la Santa Cena (ver 8.2), la comunidad experimenta el hecho central del Servicio Divino. Después del perdón de los pecados, los creyentes se dirigen hacia el altar y reciben cuerpo y sangre de Jesús en una hostia consagrada de pan y vino, experimentando la Santa Cena como la celebración del agradecimiento y la conmemoración del sacrificio de Cristo (Lc. 22:19). Es una cena de confesión, una cena de comunión, en la cual también están incluidos los difuntos, tanto aquellos que murieron en Cristo como aquellos a los que la gracia de Dios les permite el acceso al altar. Fortalece la esperanza en el Hijo de Dios que vendrá nuevamente (1 Co. 11:26).

El gustar dignamente la Santa Cena preserva en el hombre la vida que le fue regalada por el renacimiento; además le brinda la seguridad de permanecer en Jesús y mantener la más estrecha comunión de vida con Él (Jn. 6:51-58). Las fuerzas recibidas a través de ello, ayudan a superar aquello que podría constituirse en un obstáculo para la salvación del alma, y permiten fusionarse con la naturaleza de Jesús. De esa manera, puede ser fortalecida en cada Servicio Divino la comunión de vida con Jesucristo.