El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

1.4.2 La fe en Dios, el Hijo

Con la encarnación de Dios, el Hijo, se cumplieron las promesas del Antiguo Testamento referidas al Mesías que vendría. Jesucristo convoca: “Creéis en Dios, creed también en mí" (Jn. 14:1). De esa manera, se exige la fe en Dios, quien se manifiesta en su Hijo, y no sólo es la fe en Dios como el todopoderoso Creador de los cielos y la tierra, el que ha concertado un pacto con el pueblo de Israel. La fe que ahora es necesaria implica guardar las palabras de Jesucristo (Jn. 8:51; 14:23).

“Dios, el Padre" expresaba en el antiguo pacto el desvelo de Dios por su pueblo. A través de Jesucristo se pone de relieve que Dios es Padre del Hijo unigénito desde siempre.

Jesucristo revela al hombre a través del renacimiento de agua y Espíritu, es decir, al recibir el Santo Bautismo con Agua y el Santo Sellamiento, la filiación divina y el llamamiento a la primogenitura (ver 10.1.3). Ambos no residen en la descendencia de Abraham, sino en la fe en el Redentor y en la recepción de todos los Sacramentos (Ro. 3:22 y 29-30 relacionado con Ef. 2:11-18). Alcanzar la primogenitura halla expresión inmediata en el arrebatamiento hacia el Señor en su retorno. Una primicia tiene garantizada eternamente la comunión directa con Dios.