El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

4.7.2 La ley como guía para una conducta correcta

La función de la ley dada por Dios, es instruir para llevar una conducta agradable a Dios. Es una ayuda llena de bondad que Dios brinda para la vida, concediéndole al hombre reglas de conducta concretas. Así, la ley conduce a lo bueno y quiere ayudar a evitar lo malo.

Dentro de la ley mosaica son de fundamental importancia los mandamientos concernientes a los alimentos y la pureza, así como las instrucciones concernientes a la observancia del día de reposo y el cumplimiento del servicio sacerdotal. Esta ley brinda las pautas para la debida adoración de Dios, así como el trato correcto de los hombres entre sí: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Mi. 6:8).

“Hacer justicia", es decir, actuar conforme a la palabra de Dios, que es la ley, significa ante todo mantenerse fieles a Dios y no adorar a los ídolos. La humildad de una persona se ve en su obediencia a Dios. “Amar misericordia" significa en el ámbito interpersonal, respetar al prójimo y demostrarle que lo estimamos. Jesucristo expresa estos requerimientos básicos de la ley en el Sermón del Monte: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas" (Mt. 7:12).

En el antiguo pacto, los devotos suponían que los requerimientos de la ley podían ser cumplidos y que de esa forma alcanzarían la salvación. Sin embargo, algunos pasajes del Antiguo Testamento dan cuenta de la certeza del hecho de que el hombre no está en condiciones de cumplir por completo todas las prescripciones de la ley (entre otros, Sal. 19:12). Básicamente, no obstante, regía la convicción de que el que cumple la ley, es justo y recibirá salvación; el que transgrede la ley, es pecador y se cernirá sobre él el juicio.