El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

1.4.1 La fe en Dios, el Padre

La Sagrada Escritura testifica que Dios se ha revelado en todos los tiempos de múltiples maneras (ver 1.1).

Las revelaciones a través de las cuales Dios puede ser reconocido por los hombres, son en primer lugar las obras de la creación (Ro. 1:18-20). El creyente las alaba, por ejemplo, en los Salmos.

Además, Dios se manifiesta al hombre a través de su palabra interviniendo poderosamente en su vida. Dios, por ejemplo, convocó a Abraham a dejar su patria. Este obedeció a Dios y siguió con confianza incondicional su orientación (Gn. 12:1-4). Demostró con ello que tenía fe en Dios.

Siempre que Dios se manifiesta, convoca a los hombres a tener fe: la única respuesta adecuada que el hombre puede dar cuando Dios le habla, es creer, mostrarse abierto a esa revelación y aceptarla. Asimismo, el creyente se sujeta voluntaria e incondicionalmente a Dios y se esfuerza por dar forma a su vida en obediencia hacia Él.

En el antiguo pacto se trataba de tener fe en Dios, el Creador, el que preserva y libera, y que ya se manifestaba como Padre. Así puede leerse en el profeta Isaías: “Mira desde el cielo, y contempla desde tu santa y gloriosa morada. [...] Tú eres nuestro padre" (Is. 63:15-16; comparar con Dt. 32:6).