El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

3.4.8.1 Concepción y nacimiento de Jesús

Los Evangelios de Mateo y Lucas describen el nacimiento de Jesús. Jesús nació en el tiempo en que Herodes era el rey de Judea, Augusto era el emperador de Roma y Cirenio su gobernador en Siria. Estos datos precisos aluden a la existencia real de Jesús en la historia y rechazan el intento de proscribir la historia de Jesús de Nazaret al reino de los mitos o leyendas.

La unicidad del hombre Jesús surge del hecho de su nacimiento virginal, del cual informa el Evangelio de Lucas. El ángel Gabriel trajo a la virgen María el mensaje: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc. 1:31-33). También le explicó a María cómo ella concebiría: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios" (Lc. 1:35).

Lo expresado en el segundo artículo de la fe, que Jesús fue “concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María", describe que la encarnación de Jesús es un hecho acontecido fuera de toda conexión con la naturaleza. Jesús de Nazaret es hombre verdadero, pero ya su corporalidad y su esencia humana están sujetas inseparablemente a la voluntad divina de salvación: su concepción y su nacimiento son acontecimientos de salvación y por lo tanto, forman parte de la historia de la salvación. Esto lo subrayan los hechos extraordinarios que acompañaron el nacimiento de Jesús:

  • Aparecieron ángeles que proclamaron a los pastores en el campo nuevas de gran gozo: “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor" (Lc. 2:11; comparar con Mi. 5:2).

  • Una estrella anunció el nacimiento del rey recién nacido; los magos de Oriente la siguieron y fueron guiados hasta Belén, donde adoraron al niño (Mt. 2:1-11).