El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

9.3 Continuidad de la vida del alma

A través de formulaciones como “ser reunido a su pueblo" o “venir a sus padres", el Antiguo Testamento ya expresa que el alma sigue viviendo después de la muerte física (Nm. 20:23-24; 27:12-13). El Nuevo Testamento, en forma mucho más clara, da cuenta de la continuidad de la vida después de la muerte física (Lc. 9:30-31; 1 P. 3:19-20; Ap. 6:9-11).

El informe sobre lo acontecido en el Monte de la Transfiguración muestra, entre otras cosas, que después de la muerte física el hombre retiene su personalidad: aparecen allí, del más allá, Moisés y Elías, y son reconocidos como tales.

Por lo tanto, ideas como la del “sueño del alma" o la “reencarnación" (repetidas vidas sobre la tierra) se contradicen con el testimonio neotestamentario (He. 9:27).

EXTRACTO

El hombre sigue viviendo después de su muerte física. Mientras que el cuerpo está sujeto a la transitoriedad, el alma existe para siempre. Es inmortal. (9; 9.1)

Jesucristo venció a la muerte y con ello posibilitó a la humanidad acceder a la vida eterna. Al final de todas las cosas, a la muerte le será quitado todo poder. (9.2)

El Antiguo y el Nuevo Testamento dan cuenta de la continuidad de la vida del alma. Después de la muerte física, el hombre retiene su personalidad. (9.3)