El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

3.4.7.1 Jesucristo, el Rey

Cuando el ángel del Señor anunció a la virgen María el nacimiento de Jesús, dijo: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; [...] y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc. 1:32-33).

Los magos de Oriente preguntaron por el rey de los judíos que había nacido y al que habían venido a adorar (Mt. 2:2).

En Jesucristo se cumplió la promesa que Dios le había dado al profeta Jeremías: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra" (Jer. 23:5).

Natanael, uno de los primeros discípulos de Jesús, confesó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel" (Jn. 1:49). Pero el título de Rey de Jesús no se refiere a su reinado terrenal ni tampoco se evidencia a través de ostentación externa de poder, sino que se muestra en la autoridad de sus acciones y a través de los prodigios que realizó.

Todas las ideas de que Él aspiraba a un reinado terrenal o que deseaba conseguir un ideal político fueron rechazadas por Jesús con gran decisión.

Los cuatro Evangelios informan cómo Jesús entró a Jerusalén antes de su padecimiento y muerte. Al llegar se dio a conocer como el Rey de paz y de justicia, a quien ya había anunciado el profeta Zacarías (Zac. 9:9). El pueblo quería que Jesús fuese el Rey de Israel y lo aclamó (Jn. 12:13).

Al ser interrogado por Pilato, Jesús dejó en claro que su reino no es de este mundo y que no reclamaba el poder de un gobernante de la tierra. Pilato tomó estas palabras de Jesús: “¿Luego, eres tú rey?", dándole oportunidad al Hijo de Dios para hablar de su calidad de rey: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad". Entonces Jesús profesó también delante del representante de la potencia mundial de Roma y del paganismo, que Él era Rey y testigo de la verdad (Jn. 18:33-37).

La muerte en la cruz es el punto culminante y el final de una humillación que en verdad es el camino hacia la exaltación de Jesucristo. “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús nazareno, Rey de los judíos [...] Y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín" (Jn. 19:19-20). En un sentido más profundo, esta inscripción en tres idiomas tenía el objetivo de hacer conocer el reinado de Jesucristo a todo el mundo.

La dignidad real de Jesucristo también es enfatizada en el Apocalipsis de Juan: Jesucristo es “soberano de los reyes de la tierra" (Ap. 1:5). Cuando el séptimo ángel toque la trompeta, “... los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos" (Ap. 11:15). Entonces el reinado de Jesucristo se manifestará en todas las esferas.