El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

3.4.7.3 Jesucristo, el Profeta

En Jesucristo se cumplió la promesa que Dios le había dado a Moisés: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare" (Dt. 18:18).

En el antiguo pacto, los profetas eran llamados para anunciar la voluntad de Dios. Sus mensajes frecuentemente eran introducidos con la indicación de su fuente: “Así dijo el Señor". En Jesucristo, Dios mismo habla a los hombres.

Según Marcos 1:15, el Hijo de Dios comenzó su actividad con las palabras: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio". El Señor enseñó con poder pleno, es decir, con autoridad divina, como expresan las palabras: “Pero yo os digo..." (Mt. 5-7).

Como Profeta, Jesucristo también reveló cosas futuras, como ha sido transmitido por ejemplo en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21.

En sus palabras de despedida (Jn. 13-16), Él prometió el Espíritu Santo que guiará a toda verdad.

En el libro del Apocalipsis, el Hijo de Dios pone de manifiesto el curso de la historia de la salvación hasta la nueva creación.

De tal manera, Jesucristo está activo como Profeta: anuncia la voluntad de Dios, ilumina el pasado, pone de manifiesto lo oculto, muestra el camino de la vida y promete lo que acontecerá en el futuro. Sus enunciados son válidos para toda la eternidad: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mr. 13:31).

EXTRACTO

El título de Rey de Jesús se muestra en la autoridad de sus acciones y a través de los prodigios que realizó. (3.4.7.1)

La inscripción que había en la cruz en tres idiomas tenía el objetivo, en sentido profundo, de hacer conocer el reinado de Jesucristo a todo el mundo. (3.4.7.1)

La dignidad real de Jesucristo también es enfatizada en el Apocalipsis de Juan (Ap. 1:5; 11:15). (3.4.7.1)

En Jesucristo llega el Sumo Sacerdote en el que se fundamenta la redención del mundo: a través de Jesucristo Dios reconcilia al mundo con Él mismo. Jesucristo no necesitaba como los sumos sacerdotes del antiguo pacto la reconciliación con Dios, pues Él mismo es el Reconciliador. (3.4.7.2)

En el sacerdocio de Jesucristo se evidencia la dedicación de Dios al mundo: en Él el hombre tiene acceso a la salvación de Dios; en Él existe la certeza del perdón de los pecados y la promesa de la vida eterna. (3.4.7.2)

En el antiguo pacto, los profetas eran llamados para anunciar la voluntad de Dios. De tal manera, Jesucristo estuvo activo como Profeta: anunció la voluntad de Dios, iluminó el pasado, puso de manifiesto lo oculto, mostró el camino de la vida y prometió lo que acontecerá en el futuro. (3.4.7.3)