El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

12.1.3 El Servicio Divino en el Nuevo Testamento

Con la encarnación de Dios en Jesucristo, comenzó una nueva dimensión del servicio de Dios para el hombre. El Hijo de Dios viene a la tierra como verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo. Nació en el pueblo de los judíos; fue al templo, participó del Servicio Divino en las sinagogas y colaboró en su realización. Además está su actividad como Maestro que predicó con autoridad divina (Mt. 7:29). Más allá, hacía bautizar e instituyó la Santa Cena. De tal manera, en la palabra y la obra de Jesús ya se esboza lo que constituirá la impronta del Servicio Divino cristiano: la palabra y los Sacramentos.

El obrar de Jesús, el cual por ende es normativo para el Servicio Divino, encuentra su coronación en su muerte en la cruz: Él ofrece el sacrificio perfecto, que supera y sustituye el servicio de los sacrificios del antiguo pacto (ver 3.4). En cada festejo de la Santa Cena, se hace presente el sacrificio de Cristo.

Aun antes de su muerte en sacrificio, Jesucristo prometió a sus Apóstoles el envío del Espíritu Santo, que continuaría la actividad de enseñanza de Cristo y preservaría su Evangelio: “La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.Os he dicho estas cosas estando con vosotros.Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn. 14:24-26).

El Espíritu Santo inspiró la prédica de Pedro en Pentecostés. Al oír la palabra obrada por el Espíritu Santo, los tres mil oyentes “se compungieron de corazón", estuvieron dispuestos a arrepentirse y a dejarse bautizar en el nombre de Jesucristo, después de lo cual recibieron el don del Espíritu Santo. Pentecostés es, en cierto modo, el primer Servicio Divino de la Iglesia de Cristo. Sobre la primera comunidad cristiana en Jerusalén se testifican cuatro elementos fundamentales del Servicio Divino neotestamentario: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hch. 2:42).