El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

5.3.10.4 Codicia por los bienes del prójimo

En tiempos de la ley mosaica, la casa del prójimo, su campo y su ganado representaban sus posesiones. Lo mismo se aplicaba a la mujer, el siervo y la criada. Este mandamiento prohibe codiciar los bienes del prójimo. Tal codicia puede desarrollarse hasta convertirse en avidez por poseer bienes y se origina por lo general en la envidia.

La codicia impulsa al ávido de bienes a apropiarse sin miramientos de la propiedad ajena. Muchas veces los pobres sufrieron la explotación de los poderosos cuando estos dejaron correr desenfrenadamente sus ambiciones de hacer fortuna. Ese también fue el origen de innumerables guerras.

Según Eclesiastés 5:10, la avidez de bienes es tan desmedida como el amor al dinero y no puede ser saciada. El Apóstol Pablo llama al avaro “idólatra" (Ef. 5:5). Del amor al dinero escribe que es la “raíz de todos los males" (1 Ti. 6:10-11).