El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

4.2.1.3 Conciencia

La conciencia como un don que el hombre ha recibido de Dios, es designada en la Sagrada Escritura con distintos conceptos. [7] En el Antiguo Testamento figura muchas veces en su lugar el concepto de corazón, en el cual se percibe la voz de Dios. Así dice en Deuteronomio 30:14: “Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas". Pablo muestra frente a ello, que no sólo a los hombres bajo la ley mosaica sino también a los gentiles les ha sido colocada en el corazón la voluntad de Dios: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es la ley, [...] mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia" (Ro. 2:14-15). Todos los hombres llevan en su interior la convicción de lo que Dios quiere; todos poseen tal conciencia.

Al hombre pecador le falta la orientación; ha perdido la seguridad y el sostén que le brinda su obediencia a Dios. Aquí sólo la instancia de la conciencia puede ayudar a tomar decisiones que respondan a la voluntad de Dios. No obstante, pueden tomarse decisiones equivocadas cuando la conciencia no es guiada por la razón y la fe.

En su conciencia, el hombre que se vuelve a sí mismo es capaz de percibir la voluntad de Dios. Así, a través de la instancia de la conciencia, puede ser guiada hacia el bien la voluntad del individuo. De ahí que el hombre deba esforzarse constantemente en formar y aguzar cada vez más su conciencia mediante la ley escrita en su corazón.

En la conciencia se evalúa qué es bueno y qué es malo. Cuando la razón y la fe determinan la conciencia, esto ayuda al hombre a obrar sabiamente. También le permite reconocer si está en deuda frente a Dios y frente a su prójimo, sacando a la luz dónde ha transgredido la voluntad de Dios, habiendo pensado y obrado en oposición a sus disposiciones.

El hombre se debe reconocer en primer lugar a sí mismo haciendo un examen de conciencia. Si esto le manifiesta al hombre que ha pecado y que carga con culpa, y el pecador se deja guiar por la penitencia y el arrepentimiento, Dios le ofrecerá el perdón proveniente de la gracia del mérito de Cristo. Este es el camino colocado por Dios para la justificación del hombre caído en el pecado.

El Santo Bautismo con Agua puede ser experimentado por el hombre como una dedicación de Dios que le transmite salvación: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva ([...] como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo" (1 P. 3:21). La palabra de Dios da fuerzas al hombre para seguir transitando el camino a la salvación. De esa manera, permanentemente se va formando la conciencia, que ayuda a reconocer la voluntad de Dios de forma cada vez más clara.

Experimentar la gracia colma al corazón con la paz de Dios; la conciencia, que reprende al hombre por sus pecados, se tranquiliza. Juan lo resume con las palabras: “Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas" (1 Jn. 3:19-20).

EXTRACTO

La instancia de la conciencia puede ayudar a tomar decisiones que respondan a la voluntad de Dios. En la conciencia se evalúa qué es bueno y qué es malo. (4.2.1.3)

Cuando la razón y la fe determinan la conciencia, esto ayuda al hombre a obrar sabiamente y le permite reconocer si está en deuda frente a Dios y frente a su prójimo. (4.2.1.3)

[7] El término “conciencia" se utiliza en muchos otros contextos, por ejemplo sociológicos, filosóficos, psicológicos, a los que aquí no nos referiremos.