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El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica
- Índice
- 3.4.8.1 Concepción y nacimiento de Jesús
- 3.4.8.2 El Bautismo de Jesús en el Jordán
- 3.4.8.3 La tentación de Jesús en el desierto
- 3.4.8.4 La actividad de enseñanza de Jesús
- 3.4.8.5 Los milagros de Jesús
- 3.4.8.6 Las parábolas y palabras simbólicas de Jesús
- 3.4.8.7 Jesús y la ley
- 3.4.8.8 Jesús y sus Apóstoles
3.4.8.2 El Bautismo de Jesús en el Jordán
Jesucristo no tiene pecado. Igual se hizo bautizar en el Jordán por Juan el Bautista y contar entre los pecadores (2 Co. 5:21). En este acto de Bautismo, que fue expresión de arrepentimiento, queda en claro que Jesucristo se humilló y dejó que se llevase a cabo en Él mismo lo que había sido encomendado a cada pecador.
Ya aquí se puede ver que Jesucristo, que no tenía pecado, toma sobre sí el pecado en representación de los demás y finalmente hace accesible el camino a la justificación ante Dios.
Después del Bautismo, el Espíritu Santo descendió visiblemente posándose sobre Jesús. En una voz que provenía del cielo, el Padre testificó: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Lc. 3:22). En este hecho de revelación, se hace público ante todo el mundo que Jesús era el Hijo de Dios y se proclama su mesianidad: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.
El hecho de que Juan el Bautista reconociera en Jesús al siervo de Dios que padecía, al Salvador (Is. 53:5), queda en claro en sus palabras: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Previamente le había sido revelado: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo". Juan lo ratificó: “Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios" (Jn. 1:29, 33-34).