El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

5.3.2.4 La prohibición de adorar a otros dioses

“¡No tendrás dioses ajenos delante de mí!". Con estas palabras Dios pone en claro que Él es el único al que corresponde adorar y honrar. Toda honra o adoración de aquello que el hombre considera divinidad, sean seres vivos, manifestaciones de la naturaleza, objetos, seres espirituales verdaderos o inventados, es pecado. Pablo escribe: “Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él" (1 Co. 8:5-6).