El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

8.2.12 La verdadera presencia de cuerpo y sangre de Cristo en la Santa Cena

Mediante la consagración y pronunciando las palabras de institución, no es transformada la sustancia de los elementos pan y vino. Antes bien, se les agrega la sustancia del cuerpo y sangre (consustanciación). Por lo tanto, no tiene lugar una transformación de la sustancia (transustanciación).

Existe una estrecha vinculación entre la Santa Cena y el hecho de que Jesucristo posee naturaleza humana y naturaleza divina, coexistiendo ambas en Él en forma pura e inseparable (ver 3.4). La relación de pan y vino con el cuerpo y la sangre de Cristo debe entenderse a partir de allí: después de la consagración existe un paralelismo entre las analogías “pan y vino – naturaleza humana de Cristo" y “cuerpo y sangre – naturaleza divina de Cristo".

En la Santa Cena, pan y vino corresponden a la naturaleza humana; cuerpo y sangre a la naturaleza divina de Cristo. Consiguientemente no puede producirse una transustanciación del pan y el vino. Antes bien, después de la consagración, el pan y el vino mantienen su sustancia natural. Pan y vino no son únicamente metáforas o símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo; el cuerpo y la sangre de Cristo, más bien, están verdaderamente presentes (presencia real). A la sustancia del pan y vino se le agrega, a través de la palabra de consagración pronunciada por un Apóstol o un portador de ministerio sacerdotal autorizado por él, la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo.

Por este hecho no se opera cambio alguno en la apariencia externa (accidente) de los elementos de la Santa Cena. Así como Jesús mientras vivía sobre la tierra sólo era visible como ser humano, en la Santa Cena sólo pueden verse pan y vino. Sin embargo, después de la consagración los elementos de la Santa Cena tienen, análogamente a ambas naturalezas de Jesucristo, dos sustancias, que son la sustancia del pan y el vino, así como la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. El Hijo de Dios, por ende, está verdaderamente presente en los elementos de la Santa Cena, en su divinidad y en su naturaleza humana.

Sin embargo, no sucede en los elementos de la Santa Cena que el pan sólo corresponde al cuerpo y el vino sólo a la sangre de Cristo, más bien el cuerpo y la sangre de Cristo están totalmente presentes en cada uno de ambos elementos, en el pan y en el vino.

El cuerpo y la sangre de Cristo quedan presentes en las hostias consagradas hasta que hayan llegado al receptor establecido.

Después del Servicio Divino, las hostias que no fueron suministradas, deben ser tratadas con reverencia y cuidado.