El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica

3.4.13 Jesucristo como la cabeza de la Iglesia

Jesucristo regresó al Padre; en el Espíritu Santo aun después de su ascensión está presente en la tierra. Él, a quien le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, cumple de esa manera su promesa: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28:20). El Espíritu Santo glorifica a Cristo (Jn. 16:14) y da testimonio de su presencia en la Iglesia.

El Apóstol Pablo utiliza en diferentes ocasiones la imagen del “cuerpo de Cristo" para la Iglesia. Así, en un himno, un canto de alabanza a la gloria de Dios, Cristo es ensalzado como “la cabeza del cuerpo que es la iglesia" (Col. 1:18).

La comunidad del Señor tiene muchos miembros y no obstante es un cuerpo, “porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo" (1 Co. 12:13). Este simbolismo deja en claro que la comunidad del Señor no es una institución ni una organización. La comunidad del Señor es más que la suma de sus miembros, es un organismo viviente, guiado por Cristo, la cabeza. Es una dádiva de Dios y queda fuera de la disponibilidad del hombre (ver 6).