El Catecismo en preguntas y respuestas

13. El cristiano nuevoapostólico y su vida de fe

La oración es una posibilidad que Dios brinda al hombre para comunicarse con Él. En la oración, el creyente siente que Dios está presente, Dios oye y Dios responde. Así, el hombre creyente se inclina en humildad ante la majestuosidad y el amor de Dios. El Espíritu Santo da impulsos para orar apropiadamente.

Orar a veces se dice que es el “respirar del alma”. Esta imagen debe dejar en claro lo necesaria que es la oración para la fe.
Una fe sin oración no es una fe viva. Una oración sin fe no es una oración apropiada.

En el Antiguo Testamento se encuentran muchos testimonios sobre la adoración a Dios. Como ejemplo puede mencionarse el cántico de Moisés: “Porque el nombre de Jehová proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios. El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:3-4).
Un ruego esencial de los Salmos es agradecer a Dios en oraciones, alabarlo y glorificarlo. En el Antiguo Testamento también se hallan numerosas oraciones pidiendo por la ayuda y asistencia de Dios.

En el Sermón del Monte, Jesús dio importantes indicaciones sobre la oración (cf. Mateo 6:5-8): no se debe orar para ser visto ni pronunciar muchas palabras. Uno puede dirigirse a Dios como “Padre”. La oración debe venir del corazón.
En vista de su retorno, Jesús exhortó: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

Los Evangelios dan cuenta de que Jesús muchas veces se retiraba para orar. En el Evangelio de Lucas se informa que Jesús oró de modo especial antes de acontecimientos decisivos:

  • antes de que el Espíritu Santo descendiese sobre Él (cf. Lucas 3:21-22);
  • antes de elegir a los doce Apóstoles (cf. Lucas 6:12);
  • antes de que el Padre lo transfigurase delante de los testigos de este mundo y del más allá (cf. Lucas 9:28-36);
  • antes de comenzar su amargo padecimiento (cf. Lucas 22:41-46);
  • antes de morir en la cruz (cf. Lucas 23:46).

Llama la atención que Jesús ya agradecía antes de que su oración hubiese sido atendida (cf. Juan 11:41-42).

En Juan 17 es transmitida la “oración sacerdotal”. Es la grandiosa oración que Jesús pronunció antes de su padecimiento. Él oró por los Apóstoles y por la futura Iglesia, es decir también por nosotros: “Mas no ruego solamente por éstos [los Apóstoles], sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno” (Juan 17:20-21).

Los primeros cristianos oraban en conjunto: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14).
Se informa de intensas oraciones relacionadas con hechos de trascendencia, así por ejemplo la elección de Matías como Apóstol o la institución de los primeros siete Diáconos.
En situaciones de peligro, los Apóstoles eran acompañados por las oraciones de la comunidad (cf. Hechos 12:1-12).

Diáconos: ver pregunta 470.

“Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”
Hechos 6:4

La oración no está ligada a una forma externa. No obstante se puede favorecer la profundidad de la oración, por ejemplo, cerrando los ojos, juntando las manos o arrodillándose. El que ora se retrae así del ajetreo de la vida cotidiana, hace una pausa y se inclina humildemente ante Dios.
Los cristianos nuevoapostólicos comienzan y finalizan el día con una oración. Así también oran antes de las comidas. En el curso del día, asimismo, se dirigen una y otra vez a Dios a fin de sentir su cercanía y buscar su ayuda.
En las familias, los padres oran con sus hijos, llevándolos a tener su propia vida de oración.

El contenido de la oración está determinado por adoración, agradecimiento, petición e intercesión.

El conocer la majestuosidad de Dios insta a adorarlo: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Salmos 95:6).

El agradecimiento incluye todo lo que surge de la bondad de Dios: la palabra, la gracia y los Sacramentos, así también las dádivas materiales como alimento, vestimenta, vivienda.

En las peticiones se le presentan a Dios todos los deseos, como por ejemplo la protección en la fe, el amparo angelical y su ayuda en la vida cotidiana. La petición más importante se orienta al pronto retorno de Cristo y al anhelo por ser aceptados en gracia.

La intercesión es expresión de amor al prójimo. No está limitada a la propia familia o a la comunidad. Más bien comprende a todos los que necesitan la ayuda de Dios, sea en esta tierra como en el mundo del más allá.

La oración fortalece la fe y la confianza en Dios, y brinda la certeza de la protección de Dios. Después de orar, uno se siente seguro de que todos sus deseos están en las manos de Dios: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmos 37:5).

En general se entiende por “disposición a la ofrenda” o “disposición al sacrificio” la disposición íntima de una persona de utilizar sus fuerzas y dones en bien de otros, dejando de lado la realización de intereses propios.

En el uso general del idioma, se denomina “ofrenda” o “sacrificio” a las dádivas que se ofrecen a Dios, como a los hechos que las personas realizan para servir a otros. Los recursos pecuniarios que se donan para motivos religiosos, también se denominan ofrendas en el uso lingüístico religioso.

Nuestra “ofrenda” la entendemos como poner a disposición dones y habilidades, tiempo y fuerzas al servicio de Dios y su Obra.
También es una ofrenda renunciar a ciertas cosas en bien de la Obra de Dios.
Es un deseo de cada creyente expresar su agradecimiento y amor a Dios mediante dádivas concretas (ofrendas), sea con dinero o productos de la naturaleza. Según Malaquías 3:10 se debería traer a la casa del Señor el “diezmo” de todos los ingresos. El “diezmo” puede servir hasta hoy como orientación para las ofrendas de los hermanos en la fe.
Finalmente, constituye una ofrenda todo lo que el creyente hace o deja de hacer por amor a Dios.

“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”
Malaquías 3:10

Las ofrendas tenían gran importancia en el antiguo pacto. Con ellas se debía expresar agradecimiento, evitar el castigo divino o también procurar reconciliación.
Las ofrendas eran muy variadas. La ley mosaica establecía con exactitud todos los detalles del servicio de las ofrendas (cf. Levítico 1-7).

Antiguo pacto: ver explicación de la pregunta 175. Ley mosaica: ver preguntas 272. ss

El servicio de las ofrendas del Antiguo Testamento, que procuraba reconciliar al hombre con Dios, perdió su valor por medio de la ofrenda de Cristo (cf. Hebreos 8-10). El sentido de la ofrenda en el nuevo pacto es orientar la vida en el Evangelio. Así, el Apóstol Pablo hace un llamado a los cristianos para que presenten sus cuerpos “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1).

Nuevo pacto: ver explicación de la pregunta 175.

“Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”
Hebreos 10:18

Jesucristo es el ejemplo de disposición a la ofrenda. Se entregó a sí mismo como ofrenda y sacrificio por amor al hombre.
A pesar de que ningún otro sacrificio puede ser comparado con el del Señor, su disposición a la ofrenda es un ejemplo que invita al seguimiento.

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio…”
Efesios 5:1-2

En el sentido cristiano, la ofrenda no puede ser una obligación impuesta; tampoco se puede hacer esperando una retribución. La disposición a la ofrenda resulta más bien de la fe, el agradecimiento y el amor a Dios.

La disposición a la ofrenda se exterioriza directamente en la vida de la comunidad: muchos hermanos y hermanas en la fe ponen una buena parte de su tiempo libre, de sus fuerzas y capacidades al servicio de la comunidad sin recibir retribución alguna por ello. Muchos colaboran en la parte musical y en la enseñanza que se brinda en la Iglesia. Con muy pocas excepciones, también los portadores de ministerio trabajan sin percibir honorarios.

Una “ofrenda espiritual” es cuando se pone la propia voluntad bajo la voluntad de Dios, dejándose guiar por lo que Dios quiere.

Básicamente el hombre sólo puede ofrendar porque Dios ya lo ha bendecido antes. Por eso, las ofrendas son expresión de agradecimiento por lo recibido.
En todas las ofrendas es decisiva la actitud. Si la ofrenda se trae voluntariamente por agradecimiento y amor, irá unida con bendición. La bendición puede experimentarse en lo material, por ejemplo en bienestar, mas es ante todo espiritual. Entendemos por ello la entrega de salvación divina proveniente del mérito de Cristo (cf. Efesios 1:3-7).

“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”
2 Corintios 9:6-8

El matrimonio es la convivencia de un hombre y una mujer sobre la cual posa la bendición de Dios. Constituye el fundamento para la familia. Se basa en un voto público de fidelidad que ambos cónyuges expresan por libre decisión. El amor y la fidelidad mutuos son indispensables para el éxito del matrimonio.
El matrimonio poligámico (matrimonio múltiple) no está en concordancia con la doctrina ni con la tradición cristiana.

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Génesis 1:27-28). Ambos, hombre y mujer, fueron creados a imagen de Dios. Diferentes, aunque son igual de valiosos bajo la bendición de Dios.
El ser humano está hecho para vivir en compañía; en su cónyuge, el hombre y la mujer tienen a su homólogo a quien deben ayudar. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le daré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).
Al contraer matrimonio, el hombre y la mujer se amalgaman en una sola entidad establecida para toda la vida: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

La bendición matrimonial puede repercutir de diferentes maneras: afirma las fuerzas para que perdure el amor y la fidelidad; promueve la disposición para servir, ayudar y comprender; contribuye para perdonar los errores y reconciliarse. Sin embargo, la bendición recibida sólo podrá ejercer sus efectos cuando los cónyuges se comporten como corresponde.

Actos de bendición, bendición de casamiento: ver preguntas 660. ss. y 671.

Es deseable que ambos cónyuges estén de acuerdo en los temas concernientes a la fe. De todas maneras, el hecho de que ambos cónyuges sean cristianos no constituye una garantía para una vida matrimonial armónica.
Antes del casamiento, en especial cuando uno de los cónyuges es de otro círculo cultural, de otra religión o confesión, se deben clarificar todas las cuestiones que hacen a la vida en común.

Cuando se hallan en primer lugar la concordancia mutua y el amor, la sexualidad puede fortalecer la relación conyugal como un importante eslabón de unión, contribuyendo al bienestar de ambos cónyuges. La sexualidad en el matrimonio debe caracterizarse por la valoración y la capacidad de comprensión.

La planificación familiar es una cuestión de los cónyuges. No obstante, la Iglesia rechaza los métodos y medios anticonceptivos que tengan como efecto esencial matar óvulos ya fecundados. Se aprueba básicamente la fecundación artificial, pero se rechazan todas las medidas por las cuales se destruye una vida a raíz de la selección humana.

Los Diez Mandamientos proveen orientación para el cumplimiento de las obligaciones en la profesión y la sociedad.
Es deber de los cristianos contribuir al bien de la sociedad. Cada individuo es responsable del bienestar común.

“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto …”
Romanos 13:7

Dentro del marco de sus posibilidades y su encargo, la Iglesia Nueva Apostólica ayuda a promover el bienestar común. La Iglesia Nueva Apostólica intercede por la paz en el mundo, enseña la reconciliación y exhorta al perdón. Rechaza todo tipo de violencia.

Sí, los cristianos nuevoapostólicos desarrollan actividades en la vida pública. La Iglesia no ejerce influencia en las concepciones y actividades políticas de sus miembros.
La Iglesia Nueva Apostólica invita a sus miembros a tratar con respeto y tolerancia a todas las personas, independientemente de su origen social, su edad, su idioma y otras diferencias.

La Iglesia Nueva Apostólica valora las relaciones francas y constructivas con los gobiernos y las autoridades. Adopta una postura neutral frente a los partidos políticos. En su actividad se orienta por las leyes vigentes en el respectivo país, de acuerdo con Romanos 13:1: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Esto presupone que el poder del Estado puede medirse en los mandamientos divinos.
La Iglesia cumple con sus deberes dentro de las leyes y disposiciones del respectivo país; por su parte, espera que su posición sea respetada y reconocida.

Relación con las autoridades: ver el 10.º artículo de la fe

La Iglesia Nueva Apostólica y sus miembros respetan las manifestaciones religiosas de otras personas y se abstienen de expresarse peyorativamente sobre creyentes de otra fe, sobre otras religiones y congregaciones religiosas. Se esfuerzan para que su relación sea buena, pacífica y basada en el respeto mutuo. La Iglesia rechaza todo tipo de fanatismo religioso.
En el diálogo con otras Iglesias cristianas se acentúa el denominador común de la fe cristiana, independientemente de las diferentes posiciones doctrinarias.

La Iglesia Nueva Apostólica está comprometida con el Evangelio. Ve entre sus funciones “la práctica del amor al prójimo” en bien de los seres humanos sin consideración de la persona. Su compromiso social está sustentado por el compromiso voluntario de muchos colaboradores de las comunidades, pero también brindando asistencia material.
La Iglesia planifica, promueve y apoya, dentro del marco de sus posibilidades, a proyectos de utilidad pública, instituciones de beneficencia y acciones de ayuda caritativa en todo el mundo, también trabajando en colaboración con organizaciones de ayuda.