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El Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica
- Índice
- 12.1.7.2.1 “Padre nuestro que estás en los cielos."
- 12.1.7.2.2 “Santificado sea tu nombre."
- 12.1.7.2.3 “Venga tu reino."
- 12.1.7.2.4 “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra."
- 12.1.7.2.5 “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy."
- 12.1.7.2.6 “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores."
- 12.1.7.2.7 “Y no nos metas en tentación..."
- 12.1.7.2.8 “...mas líbranos del mal."
- 12.1.7.2.9 “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos."
- 12.1.7.2.10 “Amén."
12.1.7.2.1 “Padre nuestro que estás en los cielos."
El hecho de dirigirse al “Padre Nuestro" identifica a esta oración como una oración que se pronuncia en conjunto, en la cual los que oran, profesan ser hijos de Dios. En esta comunión, Jesucristo es el “primogénito entre muchos hermanos" (Ro. 8:29 ss.); cuando Él oraba, se dirigía a Dios como Padre (entre otros, Lc. 22:42; 23:46; Jn. 11:41; 17:1).
La relación de Jesús con su Padre celestial es única. El hecho de que Cristo enseñe a orarle a Dios como “Padre que estás en los cielos" incluye al hombre en su relación con el Padre.
Si el hombre se dirige a Dios como su “Padre", esto se relaciona con los aspectos de que Dios lo ha creado, es su Señor y se ocupa de él. Dios es la fuente y el que protege lo creado. El hombre puede dirigirse a Él sin temor, en amor y con confianza, y decirle “Padre".
Las palabras “en los cielos" enfatizan que Dios es exaltado por sobre la existencia terrena. Él, Dios, el Padre, es más grande y sublime que todo, y aún así, en su omnipresencia, está cerca del hombre (Sal. 139; Hch. 17:27).