Los portadores de ministerio están al servicio de Dios. Cuidan a los miembros de la comunidad que les han sido confiados para la asistencia espiritual y promueven su fe y reconocimiento. Como asistentes espirituales son partícipes de sus preocupaciones personales, oran con ellos y les ayudan a llevar las cargas de la vida diaria. Esta actividad de asistencia espiritual requiere neutralidad personal y supone que en la atención de quienes les han sido confiados no se hagan diferencias por su género, origen social, color de piel, pertenencia tribal, grupo étnico o actitud.